miércoles, 30 de octubre de 2013

Seguridad ciudadana de autoservicio

El otro día me pasó algo curioso con la policía municipal de mi pueblo. Estaba trabajando con mi compañera de Nieve Azul, ensayando una narración y haciendo una lista del atrezo y el vestuario necesario, porque soy cuentacuentos, cuando ella se quedó sin tabaco. Yo, por hacerle el favor, fui a comprarlo y decidí llevarme a su perrita Rachel, una beagle muy simpática, para que así me acompañara y diese su garbeo de media mañana. Cuando llegué al bar en el que iba a comprar la cajetilla vi que un perro andaba suelto por la calle. El animal seguía a un hombre que llevaba en brazos a otro perro más pequeño. Pensé que el secuaz era suyo, pero cuando este se dio la vuelta y vino hacia nosotras me percaté de que se había escapado o perdido. Me fijé en él y vi que llevaba un collar. Rachel no paraba de ladrar. Yo no sabía qué hacer y se me ocurrió llamar a la policía municipal del pueblo donde vivo. Y bendita la hora…

-Buenos días. Miren, estoy aquí, en la rotonda del Hostal, y tengo delante a un perro que se ha perdido. No sé si es peligroso; no sé si es la primera vez que sale a la calle; no sé si le gusta el rock o el flamenco, sólo sé que está más perdido que un pingüino en el Caribe y bastante nervioso. ¿Podrían venir a por él o avisar a las autoridades pertinentes?- Bendita la hora de nuevo. La contestación fue concisa, clara y firme.

-Buenos días señorita, ahora mismo estamos con otro tema. ¿Podría usted encargarse del perro?- “Agárrate que te caes” como se diría en mi pueblo. ¿Será posible? Después de mi asombro, desde el otro lado del teléfono mi contestación también fue clara: -Mire, perdónenme y llámenme loca si no me atrevo a coger a un perro (cruce de pastor alemán y que me llegaba por la cintura) y retenerlo hasta que ustedes terminen sus otros asuntos. Tengo demasiado aprecio a mi cuerpo como para que un perro me lo destroce si no le caigo en gracia.-¿Será posible? Si esta fuese mi empresa iban a la calle sin pensalo dos veces, pero no, son funcionarios y tienen otros asuntos más importantes que hacer en un pueblo de menos de 7.000 habitantes.

No es la primera vez que ocurre algo así. Cuando llegué a casa de mi compañera con el paquete de tabaco y le conté lo que me había sucedido me contó otra anécdota parecida. Esta vez, le pedían que llevase al perro al veterinario, a ver si tenía chip y así localizar al dueño. Muy fuerte. ¿Y para qué está la perrera? Mejor todavía, ¿y para qué están ellos?


En fin, el pobre perro se quedó dando vueltas por el pueblo aterrorizando a todo el que se encontraba a su paso, se adelantó Halloween. Creo haberlo visto de nuevo, pero esta vez con correa y dueño. Parece ser que el destino le ayudó a orientarse o a que el dueño le encontrase, porque la representación de la seguridad del pueblo ni rastro de ella.

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